Siempre fui más de libros que de cuadros.

Hoy hemos ido al museo Esteban Vicente de Segovia a ver la exposición del artista Mon Montoya y hemos hecho un taller. En el taller nos han puesto un papel, pinturas plastidecor y acuarelas. Nos han enseñado cómo teníamos que hacerlo y nos han dejado tiempo para demostrar en ellos toda nuestra creatividad, para hacer lo que quisiéramos y, para mi, ha sido uno de los momentos más frustrantes de toda mi vida, como cada vez que me ponen delante pinturas y papel. 

Y es que cada vez que tengo que hacer algo de eso miro las pinturas y los colores, miro el papel y luego vuelvo a mirar otra vez las pinturas para ver si se me ocurre algo decente. Pero no, nada, blanco, vacio total y absoluto en mi mente. No se me ocurre nada decente que pintar o dibujar, los colores no me trasmiten nada la mayor parte de las veces, me dejan totalmente indiferente. Y así, mirando el papel, las pinturas y los colores me he podido tirar un buen rato pensando qué hacer, hasta que me ha venido a la mente una frase de Mario Benedetti que leí hace no mucho tiempo y me encantó "Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida" - me estoy dando cuenta de que últimamente en todas las entradas hay una cita, pero es que me encantan -, sé que no tiene mucho que ver con nada, ni con la asignatura, ni con el museo, ni con el pintor, pero bueno, es mejor que nada. Así que lo he escrito con plastidecor blanco y he pintado el fondo azul, azul porque es uno de mis colores preferidos, me parece un color casi tan inmenso como el cielo. Luego, como me sobraba tanto papel, he hecho una chapuza debajo, he pintado un monte como los que pintaba de pequeña - como si no hubiera avanzado en el tiempo, al menos en lo referente a la pintura- con su sol y su cielo; y acabo de caer en que se me ha olvidado hacer el río y la casa de siempre. 

Pintar no es mi fuerte, nunca lo fue, esta claro que no sere una grande de la pintura pero puedo serlo en muchas otras cosas.